“Tu cree?” me dijo José Antonio como si la idea era buena, pero ya habíamos tenido un inconveniente con Terrol la noche que borracho hizo un desorden en la apertura del concierto con Amauri Pérez, Sonia, Vitico y Michael Camilo. “ Al Terrol Yo lo controlo”. Luis estaba arrumbado en un sótano que sazonaba un restaurante del alto Manhattan, en las tardes daba clases de guitarra en la tienda de Rufi, en donde en el 2005 inauguraríamos la sala” Luis Días” como homenaje a su partida de la ciudad. La vida trataba Al Terrol mal, al punto que los vecinos todavía lo recuerdan como el loco que salía sin camisa en pleno invierno a comprar cigarrillos donde los árabes. Ya Terrol se acercaba a los 50 anos y no era el atleta que hacia maratones en Central Park, El Terrol se había convertido en un ser sin dirección, sin teléfono, sin contratos y maldiciendo todo lo que escuchaba en la radio. Lo único que le quedaba era la bicicleta de carreras oxidada que se podría en el mismo sótano donde vivía porque se accidento mientras iba al parque a correr y una guitarra negra que cuidaba con recelo. “ no enganche lo tenis’ en el timón” Mira lo que me paso, toy tullio’”. Yo tenia cuidado con lo que hablaba con Terrol, para que el no me perdiera el respeto que me tenia, era bondadoso pero si se te escapaba un comentario mediocre te daba un boche.
Esta Ciudad me tiene harto” La policía Jode mucho y uno no se puede da ni siquiera un pase”, pero en Santo Domingo son peores cogno”. Volver se hacia difícil y el frío cada vez maltrataba su mal nutrida figura que el se había encargado de alimentar con las sobras de los cocinaos’ del Gae y unas cervezas mata hombre que remataban en la bodega. Terrol devoraba libros que lo alejaban mas de esta sociedad absurda, y nos explicaba como los andaluces trajeron los tonos bach atónicos que todavía existen en la música “son unos puercos” “acá nadie avanza”. Llame a Isaa Kalaf para que me dijera con que músicos el Terrol podía cantar “tu va’ a contrata al Terrol?” “tu ta loco”. Sabía a que se refería Isa, porque esa noche del 99 fui a ver al Terrol abrir el festival de rock Dominicano que se había inventado. EL lugar era oscuro, lleno de humo de cigarrillos y sonido distorsionado, pero que importaba, si el Terrol tocaba “la Yola, el Accidente, y Graciano Moreno. El Terrol era demasiado para el publico y unos borrachos se pararon de sus sillas y empezaron a gritarle que se valla, Terrol se hizo el loco por unos minutos, pero el rechazo fue tan contundente, y su música tan viseral para tanto mediocre que Terrol dejo de tocar y se arrincono donde la Madame Estacionaba a sus cueros las noches de Hucha. Era Muy humilde y hombre para llorar, esa noche le pedí su teléfono por primera vez, era uno de esos números que parecían de agencia de taxis para que no lo olvides. Isa la paso un sobre y sin hacer gestos, Terrol lo destapo y pidió una cerveza que se la bebió de un solo tiron. Jamás lo volvimos a ver en el alto, solo las presentaciones que organizaba con Rey en la Casa de la cultura y donde íbamos unas docenas de amantes de la leyenda de la música latina, un hombre con manos de alambre dulce y un corazón roto por la mitad de tanto sufrir de angustias. Cuando le llame me dijo que lo viera donde Rufi después de una clases de guitarra que le Daria al Negro, llegue temprano y con la cabeza eme dijo que lo espera en la parte delantera de la tienda de discos. Terrol me puso la mano en el hombro y saco un cigarrillo que prendió camino a la acera, yo le seguí detrás con la incertidumbre de su respuesta de volver a tocar en el Alto Manhattan . Ni siquiera discutimos el precio, miro hacia los lados para hacerme la única condición que pedía esa noche “ yo lo que quiero que me traten con respeto” . La respuesta me desequilibro y con la voz atrabancada le dije que no se preocupe y se volvió a la parte trasera de la tienda de discos. Limpiamos el camerino y compramos un burro para su guitarra, los músicos hicieron un ajuste de sonido y Terrol llego temprano, con las mimas botas sucias y unos jeans negros con cadenas de platas que le colgaban y una chaqueta de cuero negra con botones. Me pidió una silla y se sorprendió al ver el soporte de su guitarra. Terrol, que quiere tomar? “me van a cobrar? Pregunto “no Terrol, ute e el artita” al escuchar lo de artista disimulo una carcajada de felicidad “ Black doble sin hielo”. A Partir de ese momento no dejamos que la copa se pusiera por mitad, decidimos darle al Terrol un trato de artista, como el se merece y el respondió complaciendo a todos con las canciones que le pidieran. Jamás lo habíamos sentido tan dócil, el Black Label le grabo la sonrisa de mar que me dio al principio y esa noche Terrol se sintió artista por primera vez en su barrio. Al acabar el concierto yo lo espere con otra copa rebosada de Black y el me abrazo diciéndome al oído” primera vez que se me trata bien”. Terrol saco de su bolsillo la uña con la que toco el concierto y me la regalo, yo la metí en mi cartera y duro ahí por años hasta que un di se me cuando cruzaba al Parque de Prospect a ver a Femi Kuti con la Banileja. Terrol no aviso cuando se iba, volvió a la miseria del cuarto con olor a sazón de pollo con sobredosis de orégano y ajo, a Terrol no le importaba nada y uso de excusa los muchacho de la 175 que habían instalado un punto de manteca en el sótano y eso le traería problemas. Terrol instalo su figura en el colmado de Rubén, en la Beller con Estrélleta, comenzó a quejarse de la policía, del calor, de la música de los puercos mientras Cristina le sacaba lo que el pensaba que era caspa, mas no, eran pedazo de vidrios que todavía tenia en su canosa cabellera de un botellazo que le habría propinado la misma Cristina. Se veía feliz, y el colmado le fiaba las botellas de King Pride que devoraba con salami y galletitas y que el pagaba cuando le llegaba las regalías de la canción de Marc Anthony y la Película de David Byrne. Terrol se canso de convencer a la gente que lo entienda, se canso de toda la mierda de la radio, de la Coca Mala, del ron malo que no podía con su cuerpo, de las malas noches y los tiroteos que no lo dejaban dormir, Terrol decidió un día poner su reloj con la hora de Japón y se levantarse a las 4 de la tarde a ensordecer los sábados con un perico ripiao', a voltear las sabanas que colgaban los vecinos en su Chevrolet con ferre y decirle a Rubén que le de par de días para pagarle la cuenta. El Terrol comenzó a matarse poco a poco, a morir en el intento a desahuciar su cuerpo con alcohol, para que la gente no lo joda, para que nadie le diga que es un loco y a sus 55 en las escuelas del barrio nadie corea Liborio, ni Sergio le grabaría otra Marola y su padre le contara de su tio el cuento Famoso del Guardia en el Arsenal. Terrol no encontró sitio para refugiar tantos libros, tantos tonos sin descubrir, tanta rabia e impotencia, tantos homenajes póstumos, viajes para reanudar la maldita residencia la cual tiro por la cuneta un sábado en el que sol se negó a salir. “bucate do Sabana y duerme en la sala” “el Barbero e un ladrón, déjame buca un machete y vamo palla”
Terrol ta’ te’ tranquilo que hoy bebemo Brugal ates que venga Duluc a joder”. Terrol empezó a morir viviendo, a levantarse tarde para no encontrarse con tantos tecatos en la Calle Pina, para no matar al loco del “dame Melón Melón Melón” durmiendo en el Mustang destartalado que no pasaba el cambio en la segunda. Terrol se fue muriendo poco a poco, suicidándose con alcohol, pases, mala vida, se fue matando el mismo para que la sociedad no le mate el alma poco, par que Duluc no le despierte temprano y que su casa (la casa del Terrol) sea el único lugar a las 3 de la mañana en que yo y Capellán compartiríamos la mitad del bizcocho de la boda con Raysa.
Perdona que nunca viste el Documental... Terrol