Friday, December 7, 2007

El Olvido

George aparecio sin avisar,con la barba mas ancha, unos espejuelos ahumados del frio y una cachucha que le cubria hasta las cejas. "Hola", pero Carla no lo advierte, no reconoce ni siquiera que existio en su vida, por poco tiempo, pero existio y esos dias fueron suficientes para hoy arreglarlo todo y estar en paz consigo mismo, con las lagrimas de aceite y un par de ojeras que le habria causado la distancia anos despues y el dolor que no se cura con noches de bolero y escoces barato en la barra de luces de colores que un cubano abrio para rumbear los viernes en que la ciudad se empena en matarte con la melancolia. La primera noche que la vio la nieve les cubria los pies, la ciudad estaba vacia como nunca antes y soplos de frio se escapaban por la endidura de la ventana cortandonos como navajas de afeitar, decidieron salir cada cual por su lado, ella con su amiga y el con Julian. No sabian que conocerian a nadie esa noche, el club vacio como reflejo de las calles y un grupo de musicos de tercera animaba a los pocos que deambulaban hullendole al jueves social que acaba a las 10. Basto una mirada y solto al campesino que daba pasos en falsos con ella y se acercaron para hacer de ellos la noche, la musica, el baile, los besos y uno que otro "te quiero", sin saber el nombre de ningunos, se amaban , sin ni siquiera haber tocado cada uno sus desnudos cuerpos. El sol le saldria esa manana temprano y con un beso de taxi amarillo le dijo adios y hasta luego, pero ese chao era para siempre, "te veo luego" . George tomo en serio su acento mezclado de sazon Cochabambero y un ultimo abrazo de "espero volver a verte" . Las cafeteras de los restaurantes atendian obreros al trabajo y al abrir el papel con su numero de telefono, Julian se daba cuenta de que era una turista mas de esas que te hunden en la aventura de absorberlo todo. Diez anos despues no la ha olvidado, la buscaba en paginas blancas del otro lado del pais, en colegio de monjas que atienden a ninas con voz de mezzo soprano, diez anos; no se daba cuenta que el tiempo paso loco, rapido, silente, enganandolo cada fin de semana con verla, aguantando las ganas, el clima en los buses de dos pisos que te ensenan la ciudad y la encontro. El poster con su cara apretaba con nerviosismo mientras hacia la fila, ella a todos les daba la mano y firmaba autografos hasta que llego su turno, solo queria olerle, escuchar su acento de Conchita Piquer y abrazarle.
"te conozco"dijo ella
"si"
contesto George "eres el brazilero que cuidaba el jardin de mi abuela"

con la sonrisa sangrante George dijo que "si" mientras lo empujaban de la fila.
Cuando recordo se levanto hullendo de la silla por si le veia; Pero no pudo verlo. a George se lo llevaba la policia y ella continuo firmando autografos con pintalabios en sus dientes de porcelana.


A Sandy,,,,nunca esperaste por nadie y te llego la muerte...amigo mio

3 comments:

Baakanit said...

Esos romances, a pesar del tiempo mantienen su perfume, y uno se queda con esas ganas inmensas de reencontrarse, pero que va, aunque uno por dentro no cambie, todo por fuera a cambiado.

Lamentable lo de Sandy, la muerte siempre anda corriendo tras nosotros.

Saludos viejo, siempre con las buenas letras, un deleite.

Te cuidas.

Anonymous said...

encuentros que todos hemos tenido. que nostalgia tengo de ellos. Los que marcan la vida y nos persiguen en el dia a dia, hasta en los suenos. i love reading you henry.

Tábata said...

El amor del tiempo, ese que cruza los siglos, el espacio y los reglones torcidos, el cocinado a fuego lento en un instante, el que tarda, el que sin buscarse se encuentra, el que te imaginas que és pero no existió, el amor que cura, ese que se perdió y sin embargo está siempre ahí, ese es el que és. Hace muchos muchos años yo también conocí a un hombre. Lo sentí, lo amé, lo cosí a mi piel y le hice parte mía pero él perseguía su sombra, reflejada en los ojos de la rubia, la morena, la pequeña, la alta, la de caderas anchas y la de difícil parir y yo me confundí entre la colección. Yo era la chiquita, la del pelo castaño, alborotado de días sin peinar y un ojo de cada color, ojos de suerte. Con mirada de trigo y sueños de espera. Pero eso fue hace mucho tiempo, tanto que parece tan sólo ayer.